Siguiendo con los secretos y
parajes de esta preciosa y evocadora ruta por las tierras jienenses, hoy
queremos detenernos en su recorrido y en sus vistas más sorprendentes.
La Ruta de los Nazaríes se abre
paso en el corazón de Sierra Morena, descendiendo por el valle del
Guadalquivir, columna vertebral del recorrido. Trascurre superando campiñas y
lomas a lo largo de infinitos campos de cultivo y amplios páramos de naturaleza
virgen. El viaje va cogiendo forma por los abruptos senderos del Sistema
Bético, repleto de sierras y valles situados a caballo entre Jaén y Granada.
Como se comentó en anteriores
entradas, Las Navas de Tolosa es el punto de partida, junto al emblemático parque
natural de Despeñaperros. A su paso, el paseante puede disfrutar de vigorosos bosques
de encinas, coscojas y matorral cerrado, donde es el hechizante aroma de las abundantes plantas del lugar acompañan al
caminante hasta La Carolina,
que articula las primeras etapas de la Ruta. Descendiendo
paulatinamente hacia el valle del Guadalquivir, aparecen a su paso Baños de la Encina y Bailén.
En Mengíbar aguarda una parada de
descanso junto a la orilla del Guadalquivir, cuyo cauce transporta la ruta
hasta Andújar, ciudad que alberga áreas de campiña baja y también un enorme tramo
de Sierra Morena, refugio de vegetación originaria –encinas, alcornoques..- y
de una rica fauna entre la que se cuenta el lobo, el lince, el jabalí, ciervos,
meloncillos, nutrias y vistosas rapaces como el águila imperial o el buitre
negro. Desde Andújar, la Ruta
toma un ramal hacia el suroeste de la provincia de Jaén, zona en donde se
hallan los olivares más extensos del mundo. Arjona supone una estación
estratégica en este rumbo que conduce después a Porcuna y seguidamente a
Martos.
El otro ramal de la Ruta por la provincia de Jaén
nos devuelve a las faldas de Sierra Morena, a Linares y su paisaje minero. El
itinerario se aproxima de nuevo al Guadalquivir y avanza sobre las colinas de
Baeza y la loma de Úbeda: a sus pies, los olivares, campos y parajes naturales
como la Laguna Grande
y el Alto Guadalquivir, enclaves de vegetación vestidos de juncos,
carrizales, alamedas y bosquetes de ribera frecuentados por aves acuáticas como
el ánade real, el porrón o la cerceta común. Río arriba quedan las fuentes del
Guadalquivir, en medio del extraordinario Parque Natural de las Sierras de
Cazorla, Segura y Las Villas, el mayor de la Península y auténtico
santuario vegetal y de una fauna cuantiosa y variada que certifica con creces
el nombramiento de «paraíso interior» que se aplica a la provincia de Jaén.
Escoltado por los olivares, el
paisaje acompaña el viaje en dirección al sur, siguiendo la senda que abren los
ríos Guadiana Menor y Jandulilla. Frente a la pantalla montañosa de Cazorla se
alza Jódar, en un espolón de Sierra Mágina, el descomunal macizo calcáreo que
marca el techo del territorio jiennense con su pico de 2.165 m. de altitud.
Asombra su variada vegetación
adaptada al agudo desnivel de sus laderas y especies animales que van del
jabalí y la cabra montés al halcón peregrino y el águila real. Jimena y Mancha
Real descansan a la sombra de las vertientes septentrionales de Sierra Mágina,
que acaban por reposar ante el valle del río Guadalbullón, al pie de Jaén y la
sierra de Jabalcuz.
A partir de aquí, el itinerario
cambia de provincia y se interna en la comarca de los Montes Orientales de
Granada por Guadahortuna, en las márgenes de su río que fluye hacia levante. La
meseta elevada continúa desde Guadahortuna hacia Píñar e Iznalloz, donde
aparece surcada ya por el valle del río Cubillas y Sierra Arana, que preludia
los relieves del macizo de Sierra Nevada. En sus jornadas finales, el camino se
ajusta al curso fluvial del Cubillas, y se desliza para encontrar la Vega, con sus choperas y
regadíos, y alcanzar las últimas estaciones de la Ruta, Albolote, Maracena y
Granada. A su espalda, como telón de fondo, se yergue la mole imponente, Sierra
Nevada, la cima de la
Península, coronada por los 3.482 m. del Mulhacén.
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