Solo apta para creyentes en
fenómenos oscuros y paranormales, la archiconocida Casa de Bélmez se ha
convertido no solo en uno de los grandes mitos de nuestro país, sino que ha
pasado a ser un fenómeno turístico con el paso de los años.
¿Es verdad o es mentira? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Desde su
descubrimiento siempre se han impuesto posturas diferentes, pero la realidad es
que las famosas caras siguen apareciendo en la casa de los Gómez, y la gente
sigue acudiendo a su vivienda como un espectáculo turístico más.
Su origen. Todo comenzó a raíz de una noticia publicada en un
diario local en noviembre de 1971 y fue, en lo sucesivo, tratada profusamente
por los medios de comunicación de la época. La protagonista era una vecina de
Bélmez, María Gómez Cámara, una señora que aseguraba que el 23 de agosto
de ese mismo año, había advertido en el suelo de cemento de su cocina una gran
mancha con forma de rostro humano mientras cocinaba, y salió a avisar a
sus vecinas.
Cinco días más tarde se raspó la
supuesta cara y el albañil Sebastián Fuentes León echó yeso sobre la misma. Sin
embargo, siempre según las declaraciones de los protagonistas, la supuesta cara
reapareció días más tarde. Era un rostro aparentemente de varón, con los ojos y
la boca abierta y unos largos trazos oscuros a modo de bigotes. En los días
siguientes, nuevos rostros que se añadieron al inicial surgieron en el suelo de
la cocina y el pasillo de la casa. Aparecían y desaparecían, se desplazaban o
se transformaban en otros, en un continuo movimiento que podría haberse
repetido en mayor o menor medida hasta hoy.
Lo cierto es, en cualquier caso,
que en torno al fenómeno de las caras pintadas se originó un curioso modelo de turismo de lo paranormal. Durante los
33 años en que María Gómez convivió con las caras, fueron muchos los que
se acercaron a Bélmez para visitar la casa de María y ver personalmente los
trazos en el cemento.
Ese ‘boom’ de las caras de Bélmez generó un
fuerte aumento en el negocio de la restauración y de la hostelería en Bélmez, una
ráfaga de forasteros, que sin ser muchos, ha animado las calles del pueblo
desde aquel lejano 1971. A
pesar de los rumores que hablaban de fraude y de negocio para lucrarse, la
realidad ha sido y es otra en el pequeño pueblo de Bélmez, donde no hay
albergues ni restaurantes disponibles para turismo, y donde hasta el propio
tejado de la "Casa de las caras" esta hundido, un hecho que parece
reafirmar el honor puesto en duda de la familia María Gómez, que se sigue
dedicando a la agricultura y ganadería.
Actualmente, aún varios turistas y curioso siguen
paseando por las calles del pueblo y
siguen entrando a visitar la casa más famosa de la historia de Bélmez, aunque
la vivienda permanece cerrada desde la muerte de la dueña en 2004. Aún así, un
cartel en la puerta anuncia un horario de apertura los fines de semana así como
el teléfono de contacto del hijo y la nuera de María Gómez. El mito sigue vivo.
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